Candelario
La villa de Candelario se escalona en la ladera de la sierra de su mismo nombre, lo que hace inevitable que su entramado callejero sea complicado, con las calles principales en el sentido de la pendiente y las calles y callejas secundarias transversales a las anteriores. Esta falta de horizontalidad confiere a sus rincones un sabor y una estética especial y, en consecuencia, el paseo por el interior de su casco urbano es cansado, pero siempre relajantes y placentero.
Esta estética tan especial y el hecho de ser uno de los núcleos mejor conservados de la provincia, le mereció la declaración en 1975 de Conjunto Histórico-Artístico. Sus callejas estrechas y empedradas son recorridas por sus conocidas regaderas (canales de agua cristalina recogida de las nieves de su sierra ) con curvas y recovecos que sorprenden al visitante que se adentra en ellas.
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Corita veréis su alma, sin disimulos ni tapujos, pues nos preciamos de mostrar lo que somos con franqueza y sin doblez.
Corita encontraréis su mirada, sin sombras, espectros ni veladuras que disimulen lo que en su corazón anida.
Corita admirareis la naturaleza entera, abierta como en canal a vosotros en todo su esplendor para quien quiera hacerse una con ella, como los coritos lo somos y la llevamos en lo más profundo de nosotros.
Corita y limpia el agua, santo y seña de nuestra misma esencia, siempre viva en su eterno flujo, la más genuina y hermosa metáfora de la vida.
Se aprende a vivir viviendo, enseñó el mismo maestro del que he tomado prestadas las primeras palabras de ésta invitación que aquí vengo a haceros. Ven, desde donde escuches éste convite, a gozar de éste remando de espacio tiempo y pensamiento que se acurruca en éste rinconcito de nuestra tierra, para hacerla tuya. Ven, amigo, a vivir con nosotros, a ser, con los coritos, uno más. ¡Nada menos!