La Alberca
La Alberca, enclavada en el corazón de la Sierra de Francia, es sin duda uno de los pueblos más representativos de España. Declarado Conjunto Histórico Artístico en 1940, primer pueblo de España en lograr esta mención, destaca por su entramado urbano, conservando como pocos la arquitectura típica de la Sierra de Francia, además de por sus tradiciones centenarias, que se han ido transmitiendo de generación a generación.
Si recorres sosegadamente las calles y plazas de La Alberca, te irás encontrando, viajero, con atractivos rincones y perspectivas, en los que resalta una arquitectura popular levantada a base de piedras y geométricos entramados de madera.
Destacan los dinteles cincelados con fechas de fundación de las casas, con inscripciones, signos y anagramas religiosos, que quieren ser profesión visible de fe.
Cada una de las plantas superiores va sobresaliendo sobre la inferior, hasta llegar casi a tocarse los aleros de los tejados de las casas que se hallan frente a frente, lo que hace que en las calles se produzca un curioso juego de luces y sombras.
Se ha dicho que la estructura urbana de La Alberca es la de una judería, por lo intrincado, laberíntico y secreto de sus calles. Pero tampoco han faltado quienes, al recorrer el pueblo, lo han asociado con los arrabales de Damasco.
Y no debes, visitante, dejar de ver la Plaza, y de detenerte en ella. Con sus fachadas recorridas por dos series de balcones, con la luz de la cal, con sus soportales e hileras de columnas graníticas y con el crucero presidiéndola. Es, sin duda, el eje central de La Alberca. La Alberca es así la unión, a lo largo de los siglos, de las culturas cristiana, islámica y judaica.
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Apasionados visitantes, curiosos, perseguidores de belleza, paz, sosiego, paseos y buen comer.
La Alberca hermosa y serena se muestra al mundo como un lugar de retiro donde el alma y el cuerpo encuentran remansos de paz para aquellos que huyen del mundanal ruido y de las prisas.
Un paseo por sus calles nos traslada a otros tiempos, a otros mundos, perderse por sus rincones y plazuelas es tarea obligada y uno de los mayores placeres para los que buscan paisajes pintorescos, trazados imposibles de belleza singular, fachadas equilibristas y juegos de luces y sombras que alegran nuestra vista. El marrano de san Antón paseando por las calles nos anunciará que es lugar este de buen jamón y de repente el alma se nos encogerá al oír el tañido de la esquila que nos anuncia que es el momento de las ánimas. Tradiciones vivas que se viven ante nuestros ojos.
Los olores y sabores de esta tierra responderán los paladares más exigentes y un paseo por el mítico y legendario valle de Las Batuecas nos recordará que todavía existen lugares exóticos de belleza natural por descubrir.
La Alberca embruja a quien se acerca para conocerla, La Alberca acoge a todas aquellas personas que quieren disfrutar de la singularidad de su arquitectura, La Alberca acoge con amabilidad a todos los que nos visitan.
Lugar de costumbres, tradiciones y ritos centenarios bien guardados con amor y rigor para el asombro de ojos bien enseñados a lo peculiar , ritos y costumbres que nos sumergen en las brumas del misterio y nos muestran el amor de los albercanos por lo ancestral .
La Alberca abrazada por un entorno de naturaleza explosiva de verdor que refresca el espíritu, de los que gustan perderse por senderos y veredas, paisajes cambiantes que nos hacen saber que las estaciones existen para disfrute de la vista.
La Alberca es buen lugar para comer y reposar, de charla tranquila y duradera y un lugar donde uno corre el peligro de abandonar todo lo que conoce, liar los bártulos y hacer de ella lugar final de parada y fonda.
Sed bienvenidos y bienvenidas a La Alberca, vuestro pueblo